Principio 9

Los milagros son una especie de intercambio. Como toda expresión de amor, que en el auténtico sentido de la palabra es siempre milagrosa, dicho intercambio invierte las leyes físicas. Brindan más amor tanto al que da como al que recibe.

La interpretación del ego de lo que significa dar, es que cuando doy algo ya no lo tengo. Si le doy algo, usted tiene más y yo tengo menos. Dar, para el ego, es siempre cuantitativo. Ahora, esto es así bien sea que hablemos sobre cosas materiales, o sobre asuntos o pensamientos psicológicos. Uno de los aspectos clave de la proyección es que al adjudicarle mi culpa a usted yo me libero de ella, y usted la tiene. Siempre creemos que cuando nos liberamos de un pensamiento, alguien más lo tiene y nosotros no.

El milagro corrige eso y nos enseña que lo que damos es también lo que recibimos puesto que somos uno.

Como en realidad no doy nada que exista aquí, porque aquí no hay nada, todo reside en mi mente. Por lo tanto, el dar es realmente reforzar. Si le adjudico mi culpa al proyectarla sobre usted y atacarlo, lo que hago en realidad es reforzar mi propia culpa. Si le doy amor, entonces lo que hago es reforzar el hecho de que hay Una Presencia de Amor Que está dentro de mí, y esa Presencia, el Espíritu Santo,

Es la Única que en verdad da ese amor. Es por eso que lo que damos es lo que verdaderamente recibimos. Dar y recibir es lo mismo. Ese es uno de los principios clave que encontramos en este material. Varias lecciones del libro de ejercicios lo tienen como idea básica [e.g., Lecciones 108, 126] y ciertamente el texto lo discute una y otra vez.

Por lo tanto, los milagros se convierten en un intercambio. Le permito al Espíritu Santo que extienda Su amor a través de mí, lo cual refuerza no sólo quién es usted como hijo del amor, sino que también refuerza quién soy yo, y nos sana a ambos.


Esa idea es el reverso de cómo piensa el mundo o de cómo piensa el ego, y eso es lo que significa esa aseveración. Esta invierte las leyes físicas porque el mundo enseña, repito, que tenemos menos de aquello que damos, de modo que mientras más milagros elegimos, y mientras más nos permitimos ser instrumentos del milagro, más recibimos los beneficios del mismo. 

Mientras más amamos, sanamos y perdonamos, más amados, sanos y perdonados nos sentimos. La Oración de San Francisco es una hermosa expresión de ese principio.